Educación para ciclistas , por el ciclismo urbano serio y sustentable

Desde nuestros inicios de nuestro movimiento Chile Pedaleando que promueve el uso de la bicicleta tanto como medio de transporte como para fines recreacionales, hemos puesto como uno de los aspectos centrales el respeto en la vía entre todos quienes a diario la compartimos : peatones, ciclistas y automovilistas. Nadie es dueño exclusivo de la calle.Si estamos por un ciclismo urbano serio, comencemos a hacerlo bien desde el principio.

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En el Diario La Tercera el periodista Rodrigo Guendelman  @guendelman,  publica una columna en la cual se condice con nuestros preceptos. Eduquemos a los ciclistas para que más temprano que tarde podamos convivir en las calles como seres civilizados.

SU COLUMNA

Seis de la tarde de un día de semana. Puente Pío Nono. Dos peatones nos encontramos grabando un reportaje en la vereda. Pasa un ciclista a alta velocidad y casi nos atropella. Frena (porque hay luz roja) y se da vuelta. Juramos que nos va a pedir disculpas, pero en vez de eso nos insulta. Surrealismo puro. Su cara de rabia es la misma que la del automovilista que mañana estará a punto de atropellarlo porque, al igual que él, tampoco respeta las reglas. Porque nos cuesta convivir. Porque todo lo ponemos fuera de nosotros, en el otro, en lo otro: el taco de porquería, la ciudad maldita, el país de mierda. Como si no fuera nuestro taco, nuestra ciudad y nuestro país. Pero hay algo más. La nula educación. Y ni siquiera hablo de educación cívica, sino de algo más específico y menos ambicioso. De educación vial. De saber comportarse en la calle.

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No escribo estas líneas para desahogarme ni para sumar mi enojo a la lista de peatones furiosos. Todo lo contrario.

Me inspira un ejemplo que demuestra que se pueden hacer cosas para mejorar. Cosas concretas, nada de caras, que sólo requieren voluntad y determinación. Como el proyecto para educar a niños de cuarto básico del Colegio Alemán de Santiago. Se llama “Preparándome para obtener mi licencia de conducir bicicletas”, y se desarrolla e implementa durante las clases de educación física, en marzo y abril. “El objetivo principal es que nuestras/os alumnas/os adquieran una conciencia y conducta vial apropiadas. Esto significa que ellas/os no solamente aprenderán las reglas del tránsito, sus deberes y sus derechos como ciclista, sino que también adquieran las habilidades necesarias para desenvolverse de forma segura en la vía pública y por sobre todo cultiven la disposición a un transitar y proceder justo y enfocado a un bien común. Por ello el objetivo es fomentar conductas de autocuidado y respeto hacia los demás y su entorno”, dice el comunicado que se acaba de enviar a los padres.

¿Cómo se hace? Durante ocho semanas, los alumnos, con la ayuda de un cuadernillo de Educación Vial, aprenden y reflexionan sobre la importancia del uso del casco, se preguntan de qué manera ser visibles y predecibles mientras pedalean o cuál es la mejor forma de comunicarse con los otros seres que ocupan la vía pública. Pero, ojo, no se quedan en la teoría. En un espacio protegido dentro del colegio, se arma un Parque Vial en el cual cada alumno junto a su bicicleta practica los nuevos desafíos que se le van planteando: desde conducir en línea recta hasta pasar por lugares estrechos, desde conducir en subidas y bajadas hasta conducir con una mano, para posteriormente complejizar las tareas, como adelantar y pasar, doblar, detenerse en el letrero PARE y respetar otras señaléticas. Hay una zanahoria genial: el alumno puede obtener una licencia de conducir bicicletas al término del ciclo de dos meses. ¡La primera licencia de conducir de su vida! ¿Qué es lo único que les piden a las familias? Una bicicleta en buen estado, que tenga una buena mantención y que se ajuste al tamaño y porte del niño o niña. Y el mayor apoyo posible durante el verano, para que la práctica haga al maestro (de las buenas costumbres urbanas).

Bueno, bonito y barato. Como para copiarlo en los colegios públicos y particulares de todas las comunas que están siendo testigos de una revolución ciclista que ha llevado a miles de personas a usar sus propias bicicletas o las naranjas del sistema Bike Santiago. Un fenómeno capitalino que tiene demasiados beneficios, pero que necesita con urgencia de un nuevo pacto entre los que van arriba del asiento y los que caminan al lado. Ese nuevo acuerdo, ese Manual de Carreño para cleteros y caminantes, debe comenzar desde la infancia. Y el colegio es un extraordinario lugar para enseñarlo y fomentarlo.
Propongo que le copiemos descaradamente al Colegio Alemán de Santiago. Que capacitemos a nuestros niños para que sean seres cívicos arriba de una bicicleta. Que hagamos la inversión de mediano plazo para que nuestras calles se llenen de bicicletas conducidas por gente entrenada en el arte de vivir en sociedad. ¡Bicivilicémonos!

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